DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

UNA COSA NECESARIA

María ha escogido la mejor parte.

Ha llegado el verano. Y con el verano, las vacaciones. La inmensa mayoría interrumpirá su trabajo, se liberará de la esclavitud diaria de una ocupación forzada e iniciará un modo de vida diferente.

Pero, ¿qué es este tiempo libre? ¿en qué se ocupa? ¿es verdaderamente libre? ¿qué es descansar? ¿cómo puede descansar y renovarse una persona?

Son preguntas que pocos se plantearán mientras meten el bañador en la maleta o echan el último vistazo al mapa de carreteras.

Para muchos, lo importante es huir. Escapar de esa cotidianeidad que agobia, aburre y asfixia. Consolarse de la vida anodina y penosa de cada día. Otros vivirán «comprando» diversión y «consumiendo», de manera incontenible, playas, paisajes, restaurantes y festejos de todas clases.

No es extraño que ciertos «descansos» terminen agotando a bastantes y que este tiempo libre haga a muchos más esclavos aún de la trivialidad y más prisioneros de la superficialidad y el consumismo.

Cuánto bien podrían hacernos a todos las palabras de Jesús alabando la actitud de escucha de María, sentada serenamente a sus pies. Son palabras que nos deben hacer pensar: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas. Sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte».

El hombre actual necesita aprender el arte de escuchar. Necesitamos hacer silencio, curarnos de tanta prisa, detenernos despacio en nuestro interior, sincerarnos con nosotros mismos, sentir la vida a nuestro alrededor, sintonizar con las personas, escuchar la llamada silenciosa de Dios.

No se trata de buscar el silencio por el silencio, sino de reencontrarnos a nosotros mismos, enraizarnos más sinceramente en nuestro ser, y, sobre todo, escuchar al que es la fuente de la vida.

Dedicar un tiempo de nuestras vacaciones a estar sencillamente en silencio, a la escucha de nuestra pobre vida y a la escucha de la ternura de Dios, puede resultar insoportable al comienzo, pero puede ser una experiencia de renacimiento gozoso.

Con frecuencia, nuestra oración está tan llena de nuestras peticiones, preocupaciones e intereses, que nos resulta difícil encontrarnos con el Dios vivo.

Y, sin embargo, lo que cambia el corazón del hombre y lo renueva es la comunicación con ese Dios Viviente. Descubrir en lo más profundo de mí, allí donde yo estoy solo y donde ningún otro puede penetrar la paz, la reconciliación y la ternura de ese Dios que me ama tal como soy.

JOSE ANTONIO PAGOLA

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